Este es una extracto del libro Una Semana con Jesús
"Entonces vinieron a Jericó; y al salir de Jericó él y sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando" (Marcos 10:46).
Bartimeo, significa: “hijo de Timeo”. Este era un ciego muy conocido en Jericó, un mendigo, una persona apartada de la sociedad y de la relación con Dios, tanto que no se menciona su nombre sino se le llama simplemente “el hijo de Timeo”. Para el pueblo, no valía nada, no era una persona limpia. Aquel hombre se apoyaba solamente en su petición que era desesperada “una limosna, por amor a Dios” y lo que recibía era la lástima de las personas. Cuando escuchó que aquel de quien tanto hablaban las gentes pasaba por allí, Jesús de Nazaret, no lo dudó y comenzó a exclamar con todas sus fuerzas “¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!”.
No pedía limosna, no quería un mendrugo de pan. “Hijo de David” era un título mesiánico que declaraba la necesidad de un libertador, un conquistador: “¡Sálvanos Señor! ¡Esta vida de pedir y escasez ya es insoportable!” Pedía misericordia, que Jesús sintiera lo mismo que él sentía y así fue. El Señor sintió su aflicción y desesperación, se detuvo y le llamó.
Cuando escuchó que Jesús el Hijo de Dios le llamaba, de pronto todo cobró una perspectiva diferente. Ya no importaba la capa, su símbolo y publicidad; ya no importaba la limosna ¡Dios es más grande que esas cosas! No consideró que al recuperar la vista su negocio acabaría y tendría que reiniciar su vida ¡Encontrarse con el Señor era más importante! Al estar ante la presencia de Dios pedimos lo que en verdad vale la pena: “Maestro, que recobre la vista”.
A partir de aquí vamos a caminar una semana con Jesús, vamos a estar en su presencia. Esta semana usted recibirá un milagro trascendental, la clave para ello la da el Hijo de Timeo.
¿Quiere encontrar en Jesús las respuestas a su vida? ¿Reconoce que no tiene poder alguno para salir de su situación? Exclame hoy: ¡No puedo más, necesito de ti! Tu eres mi libertador ¡Ten misericordia de mí!
Meditemos y pensemos qué es lo que realmente vamos a pedir de él ¿Una limosna para hoy, como dice el dicho “pan para hoy, hambre para mañana”? ¿Vamos a pedir lo que realmente vale la pena?
La respuesta de Jesús fue trascendental, “le dijo: Vete, tu fe te ha salvado”. Más que recibir la vista, que la recibió de inmediato, Jesús le restauró totalmente: Espíritu, alma y cuerpo. Los años de tristeza y soledad ya no pesaban, no tenían sentido; la pobreza ¿Qué era eso si conocía al Creador y dueño de todas las cosas?
“Respondiendo Jesús, le dijo: ¿___Inserte su nombre aquí______ Qué quieres que te haga?”
Bartimeo, significa: “hijo de Timeo”. Este era un ciego muy conocido en Jericó, un mendigo, una persona apartada de la sociedad y de la relación con Dios, tanto que no se menciona su nombre sino se le llama simplemente “el hijo de Timeo”. Para el pueblo, no valía nada, no era una persona limpia. Aquel hombre se apoyaba solamente en su petición que era desesperada “una limosna, por amor a Dios” y lo que recibía era la lástima de las personas. Cuando escuchó que aquel de quien tanto hablaban las gentes pasaba por allí, Jesús de Nazaret, no lo dudó y comenzó a exclamar con todas sus fuerzas “¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!”.
No pedía limosna, no quería un mendrugo de pan. “Hijo de David” era un título mesiánico que declaraba la necesidad de un libertador, un conquistador: “¡Sálvanos Señor! ¡Esta vida de pedir y escasez ya es insoportable!” Pedía misericordia, que Jesús sintiera lo mismo que él sentía y así fue. El Señor sintió su aflicción y desesperación, se detuvo y le llamó.
Cuando escuchó que Jesús el Hijo de Dios le llamaba, de pronto todo cobró una perspectiva diferente. Ya no importaba la capa, su símbolo y publicidad; ya no importaba la limosna ¡Dios es más grande que esas cosas! No consideró que al recuperar la vista su negocio acabaría y tendría que reiniciar su vida ¡Encontrarse con el Señor era más importante! Al estar ante la presencia de Dios pedimos lo que en verdad vale la pena: “Maestro, que recobre la vista”.
A partir de aquí vamos a caminar una semana con Jesús, vamos a estar en su presencia. Esta semana usted recibirá un milagro trascendental, la clave para ello la da el Hijo de Timeo.
- Desesperación:
- Reconocer que quien pasa por allí no es Jesús el maestro, el hacedor de milagros ¡Es Jesús el Ungido de Dios! ¡Es el Señor!
¿Quiere encontrar en Jesús las respuestas a su vida? ¿Reconoce que no tiene poder alguno para salir de su situación? Exclame hoy: ¡No puedo más, necesito de ti! Tu eres mi libertador ¡Ten misericordia de mí!
- Acción inmediata
Meditemos y pensemos qué es lo que realmente vamos a pedir de él ¿Una limosna para hoy, como dice el dicho “pan para hoy, hambre para mañana”? ¿Vamos a pedir lo que realmente vale la pena?
La respuesta de Jesús fue trascendental, “le dijo: Vete, tu fe te ha salvado”. Más que recibir la vista, que la recibió de inmediato, Jesús le restauró totalmente: Espíritu, alma y cuerpo. Los años de tristeza y soledad ya no pesaban, no tenían sentido; la pobreza ¿Qué era eso si conocía al Creador y dueño de todas las cosas?
“Respondiendo Jesús, le dijo: ¿___Inserte su nombre aquí______ Qué quieres que te haga?”