Todos hemos escuchado esa famosa frase cuando se realiza un matrimonio: Así que ya no son dos, sino uno. Y lo que Dios ha unido no lo separe nadie... La verdad es que nadie sabe o se detiene a pensar el esfuerzo que requiere convertir a dos en uno. Unirlos o tenerlos juntos es fácil, pero esa unión no es duradera.
Pensemos en los cuentos de hadas y princesas que nuestras hijas gustan y que todos hemos conocido, tienen un final común: Y vivieron felices por siempre... No puedo más que sonreír porque la expectativa de todos es que el matrimonio será así: un cuento de hadas, sobre todo los cristianos, piensan: ¿Acaso no tenemos la bendición de Dios? ¿Qué puede salir mal?
¿Y qué tiene que ver esto con “martillo me sois y armas de guerra? – me dirán. Al principio les dije que vamos a hablar y conocer algunos principios de la forja, trazando paralelos para nuestra vida:
¿Cómo unir dos metales? No me refiero solamente a remachar o aplicar puntos de soldadura, esto ciertamente une un metal con el otro y les ayuda a actuar como uno solo, pero bajo mucha presión el paso del tiempo debilita las uniones y hay separación, en el mejor de los casos permanecen unidos muy pobremente y su utilidad es disminuida. Si al pasar los años se da mantenimiento a la estructura soldada o remachada, quizá se deba cortar partes dañadas (pero ya no será la pieza original) ¿No se parece esto a muchos matrimonios o sociedades? Uniones debilitadas por la corrosión o por el uso finalmente se separan o se desechan totalmente. Eso no es vivir felices por siempre.
Para unir dos metales en la forja, el sitio donde está el fuego constantemente avivado por el soplar del fuelle, se calientan los metales (hay medidas actuales de calor pero usemos las descripciones antiguas) hasta que tomen un color rojo naranja brillante, sin que llegue a blanco. Entonces, mientras están rojos, se colocan sobre el yunque y se golpean con el martillo hasta que las partículas de oxígeno en medio de ellos se extraen. Este proceso se hace repetidas veces teniendo sumo cuidado de no llevar la temperatura a un punto de fusión, si es así la pieza se romperá y será inútil.
En el matrimonio que va a perdurar, no todo es color de rosa, se debe pasar por el fuego y el golpe del martillo hasta que las partículas que producen óxido se extraen. Es interesante: Fuego, golpes de martillo para dar forma, reducir grosor; luego, ya se ve como un arma, pero no se ha templado…
¿Entonces? Nuevamente al fuego e inmediatamente al aceite o agua, sin remover, solamente se mantiene el metal dentro de esa sustancia y el enfriamiento inmediato altera las partículas del acero dándole la dureza o suavidad necesarias. No queda espacio para nada que no sea acero, no hay ninguna suciedad que altere el metal.
¡Qué refresco cuando pasó la enfermedad! ¡Qué maravilla, hay entradas de dinero! Pero, ahora ya ambos en la pareja han alcanzado una edad madura, ella comienza la menopausia y necesita que reafirmen su valor, él enfrenta la crisis de la edad madura y necesita saber que aun puede ganar algunas batallas ¡Al fuego para ser templados! Y entonces de improviso en aceite. Si no se alteran saldrán firmes, sin fallas en el metal y sin torceduras. El Espíritu Santo siempre estará presente en medio de la prueba, sosteniendo en el fuego y no permitiendo que sea más allá de lo que se pueda soportar, es el aceite que templa el acero y le da su naturaleza sólida.
¿Qué bien! Pero no se ha pulido, no tiene filo, no tiene empuñadura y guarda. Se aplica la fricción para pulir y para afilar, es rozarse contra otra superficie muchas veces hasta que el acero resplandece, hasta que el filo aparece. El hierro se afila contra otro hierro ¡Ya está lista el arma de guerra! No. Aun falta la empuñadura y la guarda.
Entonces… se perforan agujeros en la espiga y se coloca la empuñadura sujeta por remaches y algún pegamento. La guarda de metal protegerá la mano de deslizarse y lastimarse ¡Finalmente! ¿Ya podemos ser ejemplo de los creyentes? Aun no, el arma debe ser probada: Golpes contra madera, hierro, acero, de punta, de lado, contundentes, cortes, observación y tacto, peso, balance ¿Pasó la prueba? El filo se mantuvo, la empuñadura resistió, la hoja no se dobló o quebró.
Ahora ya es un arma de guerra útil en las manos de Dios. “Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría” (I Pedro 4:12-13). Parece que todos los creyentes tenemos una especie de pensamiento mágico que nos hace creer que las cosas en Dios serán automáticamente buenas, que los negocios no pueden fallar, que la vida será toda campos de flores, cielo azul y cantos de pajaritos. Pero, aunque es bonito, no es real: “Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios” (Hechos 14:22). Pero lo que sí es real y verdadero es lo que ha sido prometido por el Señor. El dijo: “Pasemos al otro lado” (Marcos 4:35), quiere decir que habrá salud y enfermedad, pobreza y riqueza, tormentas y cielo azul, pero finalmente, de la mano del Señor llegaremos al otro lado transformados en uno, ya no dos, hasta el final.
Por eso el compromiso es: En la salud y en la enfermedad, en la pobreza y en la riqueza, para bien o para mal. Lo importante no es la alegría de la fiesta de boda, esa pasa y aunque no se olvida toda, algunos detalles al final se pierden. Lo que importa es el final del matrimonio ¿Su filo es eterno, su acero se amelló? ¿Juntos ambos metales formaron uno que ha sido efectivo?
Martillo me sois y armas de guerra. Atención, el matrimonio tiene un objetivo divino. No se trata de caminar juntos. Se trata de hacerse uno completamente nuevo y probado que dará gloria a Dios ¡Ánimo! Jóvenes solteros, esfuércense por ser un acero probado antes de pensar en unirse a otro metal.
...Continuará...mientras tanto, accede al enlace para leer una muestra del libro LA ARMADURA DE DIOS. Espero comentarios. Dios te bendiga.
Pensemos en los cuentos de hadas y princesas que nuestras hijas gustan y que todos hemos conocido, tienen un final común: Y vivieron felices por siempre... No puedo más que sonreír porque la expectativa de todos es que el matrimonio será así: un cuento de hadas, sobre todo los cristianos, piensan: ¿Acaso no tenemos la bendición de Dios? ¿Qué puede salir mal?
¿Y qué tiene que ver esto con “martillo me sois y armas de guerra? – me dirán. Al principio les dije que vamos a hablar y conocer algunos principios de la forja, trazando paralelos para nuestra vida:
¿Cómo unir dos metales? No me refiero solamente a remachar o aplicar puntos de soldadura, esto ciertamente une un metal con el otro y les ayuda a actuar como uno solo, pero bajo mucha presión el paso del tiempo debilita las uniones y hay separación, en el mejor de los casos permanecen unidos muy pobremente y su utilidad es disminuida. Si al pasar los años se da mantenimiento a la estructura soldada o remachada, quizá se deba cortar partes dañadas (pero ya no será la pieza original) ¿No se parece esto a muchos matrimonios o sociedades? Uniones debilitadas por la corrosión o por el uso finalmente se separan o se desechan totalmente. Eso no es vivir felices por siempre.
Para unir dos metales en la forja, el sitio donde está el fuego constantemente avivado por el soplar del fuelle, se calientan los metales (hay medidas actuales de calor pero usemos las descripciones antiguas) hasta que tomen un color rojo naranja brillante, sin que llegue a blanco. Entonces, mientras están rojos, se colocan sobre el yunque y se golpean con el martillo hasta que las partículas de oxígeno en medio de ellos se extraen. Este proceso se hace repetidas veces teniendo sumo cuidado de no llevar la temperatura a un punto de fusión, si es así la pieza se romperá y será inútil.
En el matrimonio que va a perdurar, no todo es color de rosa, se debe pasar por el fuego y el golpe del martillo hasta que las partículas que producen óxido se extraen. Es interesante: Fuego, golpes de martillo para dar forma, reducir grosor; luego, ya se ve como un arma, pero no se ha templado…
¿Entonces? Nuevamente al fuego e inmediatamente al aceite o agua, sin remover, solamente se mantiene el metal dentro de esa sustancia y el enfriamiento inmediato altera las partículas del acero dándole la dureza o suavidad necesarias. No queda espacio para nada que no sea acero, no hay ninguna suciedad que altere el metal.
¡Qué refresco cuando pasó la enfermedad! ¡Qué maravilla, hay entradas de dinero! Pero, ahora ya ambos en la pareja han alcanzado una edad madura, ella comienza la menopausia y necesita que reafirmen su valor, él enfrenta la crisis de la edad madura y necesita saber que aun puede ganar algunas batallas ¡Al fuego para ser templados! Y entonces de improviso en aceite. Si no se alteran saldrán firmes, sin fallas en el metal y sin torceduras. El Espíritu Santo siempre estará presente en medio de la prueba, sosteniendo en el fuego y no permitiendo que sea más allá de lo que se pueda soportar, es el aceite que templa el acero y le da su naturaleza sólida.
¿Qué bien! Pero no se ha pulido, no tiene filo, no tiene empuñadura y guarda. Se aplica la fricción para pulir y para afilar, es rozarse contra otra superficie muchas veces hasta que el acero resplandece, hasta que el filo aparece. El hierro se afila contra otro hierro ¡Ya está lista el arma de guerra! No. Aun falta la empuñadura y la guarda.
Entonces… se perforan agujeros en la espiga y se coloca la empuñadura sujeta por remaches y algún pegamento. La guarda de metal protegerá la mano de deslizarse y lastimarse ¡Finalmente! ¿Ya podemos ser ejemplo de los creyentes? Aun no, el arma debe ser probada: Golpes contra madera, hierro, acero, de punta, de lado, contundentes, cortes, observación y tacto, peso, balance ¿Pasó la prueba? El filo se mantuvo, la empuñadura resistió, la hoja no se dobló o quebró.
Ahora ya es un arma de guerra útil en las manos de Dios. “Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría” (I Pedro 4:12-13). Parece que todos los creyentes tenemos una especie de pensamiento mágico que nos hace creer que las cosas en Dios serán automáticamente buenas, que los negocios no pueden fallar, que la vida será toda campos de flores, cielo azul y cantos de pajaritos. Pero, aunque es bonito, no es real: “Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios” (Hechos 14:22). Pero lo que sí es real y verdadero es lo que ha sido prometido por el Señor. El dijo: “Pasemos al otro lado” (Marcos 4:35), quiere decir que habrá salud y enfermedad, pobreza y riqueza, tormentas y cielo azul, pero finalmente, de la mano del Señor llegaremos al otro lado transformados en uno, ya no dos, hasta el final.
Por eso el compromiso es: En la salud y en la enfermedad, en la pobreza y en la riqueza, para bien o para mal. Lo importante no es la alegría de la fiesta de boda, esa pasa y aunque no se olvida toda, algunos detalles al final se pierden. Lo que importa es el final del matrimonio ¿Su filo es eterno, su acero se amelló? ¿Juntos ambos metales formaron uno que ha sido efectivo?
Martillo me sois y armas de guerra. Atención, el matrimonio tiene un objetivo divino. No se trata de caminar juntos. Se trata de hacerse uno completamente nuevo y probado que dará gloria a Dios ¡Ánimo! Jóvenes solteros, esfuércense por ser un acero probado antes de pensar en unirse a otro metal.
...Continuará...mientras tanto, accede al enlace para leer una muestra del libro LA ARMADURA DE DIOS. Espero comentarios. Dios te bendiga.