Aunque esta frase de Jeremías (51:20) es muy apreciada en los medios cristianos donde muchos gustan de aplicarla a su vida y ministerio, muchos interpretes de la Biblia concuerdan en que es una frase del Antiguo Testamento dicha por Dios (por medio del profeta Jeremías) ya sea a Ciro, el persa (Isaías 45:1), a quien Dios usó como instrumento para someter reinos y destruirlos o que se refiere al Babilonia, puesto que en otra parte se le llama “martillo de toda la tierra” (Jeremías 50:23) y realza el hecho que este reino era una herramienta de Dios para traer juicios.
Algunos creen que se refiere a la Iglesia y el Reino de Dios, que en los últimos días romperá todos los demás reinos en pedazos (Daniel 2:44) y por eso aplican el versículo a las vidas individuales como profecía para cada creyente. No está mal, dicha palabra me fue dada una mañana en 1994, en una reunión de oración y alabanza y confirmó el llamado ministerial a mi vida.
Pero ser un arma de guerra en las manos de Dios no es algo automático. Si hablásemos solo de una espada de acero está bien, es útil y tiene historia. El metal, con mucho esfuerzo, se deja moldear. Pero en nuestro caso se trata de personas (complicadas); un objeto no tiene sentidos, emociones, pensamientos o voluntad y moldear esta clase de espada no es tan fácil.
Recientemente, el Espíritu Santo volvió mi vista hacia el taller del herrero, el armero forjador de armas de guerra; el artesano que vive entre el fuego y el metal; el artista que diseña el arma, escoge los materiales y trabaja largas horas hasta producir un arma que será fiel en las manos del guerrero. Creo que si queremos en verdad ser armas de guerra útiles en las manos de Dios debemos analizar como se crea una espada de acero y trazar un paralelo con nuestra vida.
...Continuará...mientras tanto, accede al enlace para leer una muestra del libro LA ARMADURA DE DIOS. Espero comentarios. Dios te bendiga.
Algunos creen que se refiere a la Iglesia y el Reino de Dios, que en los últimos días romperá todos los demás reinos en pedazos (Daniel 2:44) y por eso aplican el versículo a las vidas individuales como profecía para cada creyente. No está mal, dicha palabra me fue dada una mañana en 1994, en una reunión de oración y alabanza y confirmó el llamado ministerial a mi vida.
Pero ser un arma de guerra en las manos de Dios no es algo automático. Si hablásemos solo de una espada de acero está bien, es útil y tiene historia. El metal, con mucho esfuerzo, se deja moldear. Pero en nuestro caso se trata de personas (complicadas); un objeto no tiene sentidos, emociones, pensamientos o voluntad y moldear esta clase de espada no es tan fácil.
Recientemente, el Espíritu Santo volvió mi vista hacia el taller del herrero, el armero forjador de armas de guerra; el artesano que vive entre el fuego y el metal; el artista que diseña el arma, escoge los materiales y trabaja largas horas hasta producir un arma que será fiel en las manos del guerrero. Creo que si queremos en verdad ser armas de guerra útiles en las manos de Dios debemos analizar como se crea una espada de acero y trazar un paralelo con nuestra vida.
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